Nuestro amado círculo de pensadores de
diversas estaturas estaturas ha dedicado sus últimas sesiones a dar
vueltas y más vueltas en torno al tema de los monstruos. Y aun siendo un
tema espeluznante, tal vez el más espeluznante de todos los temas,
podemos presumir de haber encarado las preguntas que suscitan tan
horrendas criaturas con un valor tan infrecuente como sensato. Los hemos
dibujado, los hemos pensado, hemos
hablado con ellos. Y resulta que para perderles el miedo no hacía falta
sino hacer de tripas corazón, no dejarse amedrentar y dialogar con ellos
un poco. ¿Qué tontería verdad? Sucede a menudo que las cosas que se nos
atojan terribles, a la luz de las preguntas oportunas tornan
comprensibles y pierden unos tantos de su esencia pavorosa. ¿¿Cómo no se
nos había ocurrido antes?? Un poquito de conversación, con la razón por
bandera, solo hacía falta eso. A día de hoy, podría decirse que si bien
los monstruos persisten en resultar desagradables no nos infunden, ni
de lejos, el temor que otrora provocaban. Por fin nos hallamos en
disposición de abrir el armario, de mirar bajo la cama si fuera
necesario y de acometer un dulce sueño con la luz apagada y la cabeza al
descubierto. Menos mal…
¿¿Qué son los monstruos?? La no
existencia de los monstruos es un dato que todo el mundo maneja, todo el
mundo lo comenta en ocasiones, sin embargo, rara vez nadie se para en
esto mismo y recapacita sobre la cuestión. ¿¿Qué ocurre??¿¿ A qué se
deben la sobreabundancia y el inmenso peso de estas criaturas, que a fin
de cuentas resultan tan estremecedoras como ilusorias?? Menos mal que
tenemos a Goya. El sueño de la razón produce monstruos…
Una vez
perdidos los miedos vanos, y habiendo hecho explícita la relación
existente entre estos miedos infundados y el olvido de nuestra común
facultad para razonar, estamos listos para hincar el diente a una
cuestión esencial a la actitud, a la historia y a la práctica de la
filosofía. Cuando hablamos de mitología, no solo hablamos de los
pretéritos griegos y de los persas, ni tocamos tan solo a los antiguos
vikingos o a los hindús. Rubiales que portan martillos omnipotentes,
ancianos canosos varios, con muy malas pulgas todos ellos, toros bípedos
gigantes, etc… Al hablar de mitología, si bien somos conscientes de
encontrarnos ante la más bella fuente de historias que pueda ser
pensada, en el fondo, no hacemos sino hablar de un modo muy particular
de encarar el mundo. El mismo modo exacto de enfrentar nuestro entorno
que conforma esos miedos tan absurdos sin los cuales, a todas luces, se
vive bastante mejor. Y esto no es tan solo respectivo a un capítulo de
la historia de la humanidad, lo es a un capítulo de la historia de todos
nosotros. Es la niñez del pensamiento a todos los niveles. Así que, por
supuesto sin renunciar a toda nuestra inocencia pues esta es hermosa, y
resulta de gran valía para vivir no solo bien sino bonito, aprendamos a
pensar las cosas en profundidad. Pero hagámoslo juntos, sentados en un
círculo que dibujen sobre el suelo unos cojines de colores; es más
divertido.
Os esperamos el sábado que viene en la librería La Extravagante.
Ignacio La Calle Carmona